miércoles, 11 de mayo de 2011

1º PARTE. EL DESCUBRIMIENTO (Breve repaso histórico sobre la minería del carbón en la comarca)

A pesar de estar documentado el uso del carbón durante época romana, donde se utilizaba como combustible para las técnicas metalúrgicas de fundición, este tipo de carbón era un residuo obtenido de la quema parcial de materiales orgánicos, por lo que no debe considerarse como el mineral extraído de la tierra que conocemos. 

De manera que no fué hasta el año 1777, cuando se produjo el descubrimiento a gran escala, del carbón mineral en la cuenca del Valle del Guadiato. 

Por ese año, la única explotación carbonífera de cierta envergadura que existía en España, era la de minas de la Reunión, en Villanueva del Río, en la provincia de Sevilla. La cuenca Asturiana estaba aún por explotar, y solamente en Bilbao, Cantabria y Palencia se beneficiaban algunas minas de escasa producción. El comienzo de la industrialización y el desarrollo de las primitivas máquinas de vapor, demandaba cantidades de combustible de una calidad y potencia energética que la leña no podía proporcionar. La Demanda de carbón de piedra aumentaba continuamente y, siendo escasa la producción nacional, el mercado de carbones de calidad se abastecía con carbones ingleses, de Cardiff y Newcastle principalmente. 

Esta dependencia del carbón de importación junto a la toma de conciencia por el Consejo de Estado (gobierno) de las consecuencias de la enorme devastación que se producía en los montes por la explotación de leña, llevaron a que Carlos III promulgase el 15 de agosto de 1780 y el 4 de agosto de 1792 sendas reales cédulas en las que se reconocía al carbón de piedras como artículo de primera necesidad, dictándose una serie de medidas y ordenanzas para liberalizar las minas de carbón y beneficiar fiscalmente el laboreo y transporte de este material, además de conceder una serie de privilegios a mineros y empresarios. 

Con esta favorable situación, el carbón se convirtió rápidamente en un mineral codiciado, y su explotación, en una fuente de riqueza. El hallazgo y denuncia de una mina podía aportar grandes beneficios si el carbón era de calidad y la mina abundante. 

De esta manera en el alto valle del Guadiato, tras los primeros y casuales hallazgos las primeras denuncias de nuevas minas se sucedieron atrayendo capitales para invertir y hombres para trabajar. 

Los primeros estudios y ensayos que se hicieron en el carbón de la Cuenca del Guadiato dejaron presente su calidad y potencia calorífica, que le permitía competir ventajosamente con los carbones ingleses, lo que despertó el interés por descubrir nuevas minas. 

Uno de los más antiguos testimonios lo debemos a Don Francisco Carlos de la Garza, técnico de minas de Almadén, Debido a que precisamente en Almadén, se estaba instalando una potente máquina de vapor y la deforestación estaba a punto de reducir al mínimo la extracción y obtención del mercurio, lo condujeron a nuestra comarca. Y acompañado por el visitador de montes, José Simón de Lillo, estudió toda la zona y comenzó por recoger muestras de minerales y rocas en distintos puntos de la zona. 
Experiencia que relata en su libro “Breve Historia del carbón de piedra” libro manuscrito que está fechado en Almadén el 24 de Mayo de 1789. 

En las primeras actuaciones “se evidenció ser muy ajenas, del pretendido carbón mineral”. Finalmente le llegaron muestras de los “montes de las villas de Belmez y Espiel, mandadas tomar por el Caballero Gobernador” y en ellas encontró abundantes señales de carbón. 

De la Garza describe así los hechos: 

“El 20 de junio del año 1788, se descubrió una veta de carbón mineral a una legua a poniente de la Villa de Belmez, y a medio cuarto de legua de un cortijo llamado Peña-Arroya”. 

“Esta veta estaba descubierta en la superficie, en unos terrenos que formó el agua de un arroyo llamado Hontanilla. Al día siguiente, se descubrió otra veta de carbón a la parte de levante del citado pueblo de Belmez y a medio cuarto de legua en un mismo sitio llamado Cerro del Almagre”. “Además de las tres referidas que se hayan relacionadas, hay en el mismo valle señales de otras, que no se han reconocido”. 

Una de las primeras explotaciones fue la de la mina de la Hontanilla, cuya explotación comenzó de inmediato, siendo también posiblemente el primero que obtuvo beneficio económico de ello. Pero que un año más tarde se abandonó porque la falta de comunicaciones de la zona encarecía notablemente el carbón. 

Así pues Aunque las bases para el desarrollo de la minería ya estaban puestas, este desarrollo estaba limitado por la dificultad de las comunicaciones. El carbón que se pagaba a real la arroba en bocamina, era transportado en largas caravanas de carretas que encarecían el producto. Por ejemplo en 1847, de las minas de Santa Rosalía y La Terrible se enviaron a Madrid ciento cuarenta y cinco carretas de dieciocho quintales cada una y poco después otro envío de trescientas setenta y ocho carretas. Por eso no fue hasta la mitad del siglo XIX, cuando se tendieron las líneas férreas de Almonchón a Belmez, que las explotaciones de la cuenca comenzaron a ser competitivas.

1 comentario:

  1. Parece que estamos empezando a ser conscientes de nuestro riquísimo (y peculiar) patrimonio y nuestra historia. Por fin comenzamos a realizar estudios SERIOS Y FIABLES para dar a conocer lo que fuimos. Ya era hora de dejar atrás las "canalejadas" (perdón por la expresión pero me parece muy ilustrativa) y dedicarnos a realizar estudios RIGUROSOS que de verdad pongan en valor nuestra cultura.
    Ánimo y a seguir adelante, ...por supuesto tenéis todo mi apoyo.

    Gracias por vuestro excelente trabajo.

    Garri

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